domingo, 9 de enero de 2022

Perjudicados nosotros

 


La repercusión mediática del oso perjudicado parece un pozo sin fondo. No doy abasto a visualizar la cantidad de memes y video montajes que inundan las redes sociales y que me envían sin parar familiares y amigos. Me tiene el móvil colapsado el dichoso oso de marras.

Yo, personalmente, no le encuentro tantísima gracia a un muñeco desinflado. Tiene su punto, eso no lo puedo negar, y más aún cuando lo retocan colocándole una bombona al hombro, haciéndose una PCR o patrocinando Fisiocrem. Sin embargo, esta exacerbada necesidad de explotar al máximo cualquier pamplina, de regodearse en la misma carcajada una y otra vez y de movilizar a un país y parte del extranjero en torno a un muñeco me retrotrae a épocas pretéritas en las que nuestro idioma incluyó en su vocabulario “fistro vaginal”, “duodeno”, “hasta luego Lucar” o “no puedorr” hasta límites insospechados. Mucho antes había ocurrido lo mismo con el “veintidós, veintidós” o las empanadillas de Encarna.

Parece ser que en los momentos de mayor penuria, ya sea económica, política, social, cultural o sanitaria, salta un resorte en nosotros que hace que nos agarremos a un clavo ardiendo para combatir de algún modo el ruinazo que tenemos en lo alto. Que nuestro clavo ardiendo haya sido un oso pinchado en una cabalgata local me obliga a pensar si, en verdad, los perjudicados somos nosotros.

Creo que este pasacalles navideño no ha sido ni más ni menos que un fiel reflejo de la realidad, sin deformar ni nada. No hablo de esperpento sino de lo más didáctico y clarificador que puede experimentar un niño en estas fechas. Una verdadera lección de sinceridad.

En cuanto a las princesas cabezonas que también han sido objeto de burla, intento imaginarme la belleza y la finura que desprendería un desfile de nuestra realeza, nuestros príncipes y princesas en la vida real y que desde niños se nos han mostrado como figuras representativas de categoría y alcurnia superior al resto de los mortales.

 Si pusiéramos a desfilar a nuestra querida infanta mayor con su exmarido, vástagos y allegados... ¿no sería el principesco pasacalles aún más terrorífico que las catastróficas princesas que precedían al oso? 

Respecto a la momia, sí que daba susto, pero ¿no dan más julepe los papá noeles que pululan por las calles del centro para incitar a las compras navideñas? ¿O es que en vuestro barrio el papá Noel va a Turquía a implantarse barba natural y no se le ve el elastiquillo?

¿Y el rey Mago negro? ¿Abrimos ese melón? ¿No da más miedo un rey Mago despintando que te sube en su falda, te achucha para que le cuentes los regalos al oído y acto seguido te tienes que ir a poner la lavadora del tirón de cómo te ha empercochado el vestido en un momento el gachón?

En serio, a mí me produce más miedo ver en televisión a nuestra reina cada vez que se muestra públicamente con ese cuerpo de pata rusa que tiene la pobre, que la momia de Tutankamón, las princesas deformes y el oso perjudicado todo junto.

Como apunta Daniello Pradotti en su último vídeo, ¿esto no podríamos haberlo hecho nosotros y que el dinero se quedara de Cortadura para dentro?

A corto plazo, yo propongo una cabalgata chiquita pa los más jartibles. La del humor ya ha sido. Y que esto se repita por lo menos un par de fines de semana contratando a gente de Cádiz de la lista del INEM, dándoles de alta y pagándoles lo que les corresponda.

A largo plazo, lo suyo sería la creación de Cachondilandia, un Disneiland del cachondeo al más puro estilo de Cadi Cadi. Aceptar sin ningún tipo de complejo lo que somos y transformarlo en empresa, que los bufones también comemos y tenemos que pagar los recibitos religiosamente. Coger la residencia del tiempo libre, el edificio de Náutica o el Valcárcel mismo, meter una cuadrilla de albañiles oriundos, construir un parque temático del humor, con sus tablaos de actuaciones, sus salas de risoterapia, su barrita americana, su freidor y sus vistas al mar, sus congresos de la alegría y la salud mental y convertirnos todos los gaditanos en formadores profesionales y remunerados que impartan clase al personal de lo más importante de esta vida: cómo vivirla.

Que a nivel nacional e internacional se fleten autobuses y barcos durante todo el año (entre semana también para los jubilados y gente más necesitada). Que recibamos al personal con temáticas variadas para no aburrirnos y que nos convirtamos en la gran empresa de animación sociocultural que necesita el mundo, con nuestro marketing, sus artesanos, costureras, diseñadores, compositores y artistas a toda máquina, con nuestro contratito y nuestra seguridad social. En resumen: transmutar el episodio del oso en una oportunidad de negocio, porque ya estamos viendo lo que necesita la gente y lo que nosotros podemos ofrecer, que no es moco de pavo.

Te juro que lo veo. No hay que ser muy listo para dilucidar que, estando como estamos, el producto que más necesita la peña es una pechá de reír detrás de otra. Y eso hay que dejarlo en manos de profesionales, te lo digo de corazón. Que las autoridades pertinentes declaren el Cachondeo patrimonio inmaterial de Cádiz y la Humanidad, que se hermane con el Flamenco y que la líen un día sí y otro también.

Que acudan en peregrinación desde los lugares más remotos del universo a contemplar el arte de las chirigotas legales en los tablaos (las ilegales por donde quieran ellas), el entierro de la caballa, los De ida y vuelta, los artilleros de Puntales, Las niñas de Cádiz, Albanta y los amigos de Fernando Quiñones; que saquen las procesiones a la calle si hace falta, qué más da, si aquí lo que necesitamos es un milagro. Que se unan las cuadrillas de cargadores y, al son que marque la Petróleo con los tambores de la batucada, levantemos nuestra ciudad. Recuperemos el oficio de histrión con la cabeza bien alta.

Como siempre, ha tenido que venir Cádiz para ponernos por delante nuestra propia imagen, para ofrecernos algo a lo que agarrarnos en esta época de naufragio y desesperación mental. No sé si alguno de ustedes compartirá este espejo conmigo. En fin...

Queridos niños y niñas damnificados por la cabalgata: Cádiz será el hazmerreír de España (y a mucha honra), pero, que no se nos olvide, también es nuestro salvavidas. Los perjudicados somos nosotros y esta risa desaforada no es más que un claro síntoma de cómo estamos por dentro: hechecitos polvo.

P.D.: Ayuntamiento, Diputación, Junta de Andalucía y Gobierno de España en general, ya pueden ponerse manos a la obra en cuanto a la creación de empleo y gestionar el papeleo de esta gran ciudad que vale su peso en oro.

Reitero: el humor es nuestra salvación y hay que dejarlo en manos de los profesionales más cualificados.