Tengo
una prima que estudió un ciclo formativo de animación sociocultural por la
UNED. Posteriormente, se diplomó en reiki, montó una consulta de quiromasaje y
ahora se dedica a organizar constelaciones familiares en una habitación de su
casa que ha adornado con lámparas de papel y telas traídas de la India.
Yo,
a veces, le pregunto qué es eso de ser diplomada en reiki. Ella me contesta que
eso es que tiene un diploma y punto en boca. Así que me callo, porque yo
también soy diplomada en mindfulness y sé lo que me hago.
Mi
prima dice que a la gente hay que darle lo que necesita para que te vaya bien
un negocio. En un cursillo del INEM que hizo sobre emprendimiento, le
explicaron todo lo de la oferta y la demanda y, desde entonces, está que no
caga con el tema.
Ella,
en aquel entonces, analizó las necesidades de su entorno centrándose en su
barrio y se dio cuenta de que las vecinas querían dejar de sufrir, de
preocuparse, dejar de cargar con culpas que no son suyas, comprarse un cartucho
de papas fritas y un litro de cerveza y no tener nada que ver con nadie.
Algunas
de las amigas de mi tía, conseguían este estado de bienestar gracias a marcas
de relajantes musculares y ansiolíticos que no puedo nombrar por eso de no
hacer publicidad, pero que, como todos sabemos, acaban en -idal, -xatin,
-mazin o en -lium. Otras amigas, sin embargo, ya habían dejado de encontrarse en este estado porque el médico pensaba que se estaban enganchando y se había negado a extenderles la receta. Hay que ser -brón.
-mazin o en -lium. Otras amigas, sin embargo, ya habían dejado de encontrarse en este estado porque el médico pensaba que se estaban enganchando y se había negado a extenderles la receta. Hay que ser -brón.
Mi
prima se enteró de que un taller de constelaciones familiares es un taller de
descubrimiento y liberación, que permite entender y desatar los patrones de la
vida que nos hacen sufrir, descubrir y eliminar lo que limita nuestra
realización.
A ella le fascinó la
idea y pensó que era justo la consulta que el barrio necesitaba.
La vecina de arriba
ya había puesto en una ocasión un gabinete de leer el tarot y al principio le
iba estupendamente, pero luego, las clientas se cansaron de que siempre les dijera
lo mismo. Se les acabó el tema de conversación y tuvo que echar el cerrojo.
En la misma calle,
también montaron otro local de iridiología. La tía colgó en la puerta un panel
en el que se veía el iris a nivel microscópico y daba tanto yuyu como la escena
del ojo de Buñuel. Ella decía que había que dividir el iris en las zonas que
corresponden a las partes específicas del cuerpo humano, y ver los ojos como
las ventanas del estado de salud del cuerpo. Más tarde, se enteró de que la
reflexología podal era algo parecido, así que, por el mismo precio, te
analizaba la mirada y te daba un masajito en los pies. Un pelotazo.
El problemón le vino
cuando acudió a la consulta una señora mayor que estaba recién operada de
cataratas. La diplomada en iridiología le abrió tanto los ojos para
analizárselos, que se le estalló la herida a la pobre mujer. Como le empezaron
a escocer los ojos, no se le ocurrió otra cosa que soplarle varias veces como
si le hubiera entrado un cuerpo extraño. Se supone que, al hacer esto, se le
escapó una salivilla que fue a parar a la herida abierta. Así que le provocó
una infección que por poco consigue que la señora acabara ingresada en la
clínica Barraquer. Todo el entorno se enteró de lo ocurrido y la muchacha tuvo
que quedarse solamente con lo de los pies, porque ya no se fiaban de ella.
Visto lo visto y una
vez analizado el sector comercial de la realidad del contexto, mi prima se
volcó con lo de las constelaciones familiares porque pensó que podía ser un
buen negocio. Algo muy nuevo, muy moderno y que podía darle al barrio un toque
alternativo cuántico y perfecto.
Parece ser que en una sesión de
constelación familiar participan dos personas, el constelador/a (mi prima) y el constelado/a (el cliente). Los demás miembros de la familia del
constelado son representados, bien por muñecos como playmobiles, geypermanes,
barbies o barriguitas (lo que haya más a la mano), si la sesión es individual;
bien por otras personas que actúan como representantes, si es grupal. En este caso no es necesario un
contacto previo entre estas personas; la dramatización familiar la puede poner
en práctica cualquiera sin ser actor ni nada.
Durante la sesión, el constelador/a
actúa primero como observador externo y más adelante como participante directo,
ocupando un lugar en la representación. A través de
esta técnica, se consigue una recreación total de los patrones familiares,
analizando la herencia de pensamiento que se ha producido sobre el constelado y
la carga inconsciente que este lleva.
Mi prima, una vez que se empolló toda la teoría,
preparó la habitación con velas aromáticas y música new age de Enya. Metió en
una bolsa de plástico los playmobiles viejos de mi primo y pensó cuál podría
representar al padre, a la madre, la abuela, el niño…Todo controlado. Colocó en
la puerta un póster que parecía de la guerra de las galaxias y se puso manos a
la obra.
La primera clienta que llamó por teléfono no quería
muñecos. Prefería una sesión grupal con representantes de verdad. Mi prima, por
quedar bien y por el ansia de iniciar el negocio, le dijo que sí a todo.
Los representantes no éramos más que ella misma, mi
primo, mi tía, mi padre y yo. Lo que se hace por la familia.
Quedamos en el bar de enfrente para preparar el teatro
antes de que llegara la clienta. Repartíamos los papeles y nos informábamos de
quién era la chica que iba a venir a la consulta. El café era una porquería,
todo hay que decirlo.
Faltaban quince minutos para comenzar la función.
El café me revolvió las tripas. Tuve que salir pitando
para el baño del bar. El váter estaba tan asqueroso como el café que estaba
actuando en mí tal como un desatascador de cañerías.
Como pude, me levanté la falda, sujeté el bolso con la
boca, me aproximé a la taza intentando no tocar nada. Mientras, empujaba la
puerta con la frente para que nadie entrase en el habitáculo y, de esta guisa, me
fui de varetas ipso facto.
En este preciso momento, otra, que también iba con
urgencia, intentaba abrirme la puerta. Golpeaba con los nudillos y me aporreaba
en la frente intermitentemente cada vez que entreabría y entrecerraba la puerta.
Yo, como tenía el bolso en la boca, le decía: ya voy.
Pero no sé si ella lo entendía. Sonaba algo parecido a pa poy.
Ella, desde fuera, vociferaba: ¿qué dices?, venga ya
que me meo, haber cerrado el pestillo.
Yo contestaba: pe noay petiyo, coñoooooooo.
Me manché las bragas con la bulla, me di un pellizco
con el grifo y por poco me mato allí mismo por culpa de la descerebrada que estaba
al otro lado.
Cuando abrí la puerta, pensé que los toros de los
sanfermines se quedaban en pañales ante mi embestida. Miré a la recalcitrante
con los ojos inyectados en sangre. La Pili. No me lo podía creer.
La Pili había tenido un rollo con mi novio antes de
que yo saliera con él. Nosotras nunca habíamos mediado palabra, pero yo no la
podía ni ver. Así que, rebosando indignación, di un portazo diciendo: la
cisterna no funciona, que lo sepas. Era mentira. Le dejé todo lo mío ahí bien
visible y extendido porque me dio la gana, como premio por el ratito que me había
hecho pasar.
Me dirigí hacia la consulta con premura, porque con el
episodio del bar se me había hecho tarde.
Allí ya estaban todos dispuestos. Me habían asignado
el papel de madre de la constelada. De modo que mi prima, sin rechistar, me
colocó un delantal nada más entrar y me dijo que empezábamos ya pero ya. A todo
esto, que entra la Pili en escena queriendo resolver los conflictos que tenía
con su familia desde hacía años.
Mi prima, ejerciendo de hermana, la abraza y la anima
con ternura. Mi padre, convertido en el padre de la Pili ante mis ojos, le da
la mano y la acompaña. La Pili se muestra mansa y agradable. Yo miro los bajos
de mi falda llenos de meado y un churrete que se me había quedado en el brazo.
Comienzo a hiperventilar sintiendo que me entra de súbito una especie de
preeclampsia.
Sin poder evitarlo, me dirijo hacia la Pili como una
apisonadora. ¿Conflictos familiares? (Le grito arrancándola de la mano de mi
propio padre) Y una mierda es lo que tú tienes, so cabrona. Y en esto que le
zampo dos bofetadas, una del derecho y otra del revés.
Me quito el delantal de muy malas maneras y salgo de
la consulta dejando allí a todos los representantes con la boca abierta.
Al día siguiente, mi prima me dijo que la Pili se
había ido de la consulta encantada de la vida. Se había hartado de llorar y de
decir que se merecía las dos hostias que le había dado su madre. Que había
pedido cita para la semana que viene y que contaba conmigo para la siguiente
sesión.
Yo le comenté a mi prima que había conocido a una
médica muy alternativa. Esta mujer practicaba la regresión in vitro, que consistía
en inducirte un estado de cuasi coma con la ayuda de la hipnosis y de un poco
de anestesia que cogía a escondidas del hospital en el que trabajaba. Una vez
que el paciente se encontraba en este cuadro, era capaz de observar con más
claridad los problemas que le atormentaban y dilucidar nuevas soluciones a los
mismos.
Mi prima se volvió a emocionar con esta nueva técnica.
Me dijo que la podíamos experimentar con la Pili, que se mostraba muy
entregada. Yo le dije que el rollo de la hipnosis era pan comido, pero que lo
de sacar la anestesia del hospital, ya lo veía más complicado.
Ella se acordó de una vez que estuvimos las dos en
coma durante un día entero por culpa de una apuesta que hicimos con el Seba, mi
novio. Así que todo solucionado.
-Llégate a por dos botellas de JB, que yo me encargo del hielo y la cocacola.
-Llégate a por dos botellas de JB, que yo me encargo del hielo y la cocacola.
-Marchando. Llama tú a la Pili y dile que le vamos a
ampliar la constelación familiar con una regresión in vitro que se va a cagar
en las bragas.
La consulta va viento en popa. La Pili acude a la
terapia dos veces por semana y nos hemos hecho íntimas. La que echaba el tarot
y la exdiplomada en iridiología forman parte del elenco de representantes. Las
vecinas andan mucho más alegres por el barrio desde que nosotras las tratamos en
sesiones grupales, por supuesto.
Ahora la consulta comienza con Enya, pero continúa con
el Y tú de quién eres y finaliza con el Paquito el chocolatero. Lo que yo te
digo: un pelotazo.
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