Relato ganador en el XI Certamen de
relatos cortos “Victoria Sendón”
Convocado por
el Área de Servicios Sociales, Igualdad, Vivienda y Participación Ciudadana del
Ayuntamiento de Écija, a través del Centro Municipal de Información a la Mujer
Hace poco estuve en la sala de espera de la
dentista y, por casualidad, cayó en mis manos una de estas revistas de cultura
general que tratan temas de máximo interés, como el tipo de camisas que
disimulan las cartucheras, las propiedades del pepino, las operaciones
estéticas al alcance de todos, la dieta de moda o cómo combatir los efectos de
la menopausia, la celulitis, la flacidez facial y otras delicias.
Dejar atrás el cerebro, enfrascarte en sus
grandes fotografías, hipnotizarte ante la feminidad de sus mensajes y
abandonarte sin más a la deriva de sus páginas es un ejercicio de desconexión
que todos deberíamos practicar por lo menos una vez a la semana para poder
sentir la lobotomía de sus bucles, maquillajes, trenzados y consejos variados.
El primer tema que tocaba la revista nada
más empezar era el de una parte de la fisiología femenina que suele ser fruto
de controversia: nuestras nalgas.
Cargamos con nuestro culo todo el año,
pero en el mes de mayo es cuando más nos pesa y las revistas lo saben. Lo
miramos, lo medimos, lo golpeamos, lo raspamos con un guante de crin siguiendo
las instrucciones del papel couche. Alguna de nosotras es capaz hasta de darle
descargas eléctricas (como se le hacía antiguamente a la gente loca) pincharlo,
succionarlo y maltratarlo de mil maneras con tal de hacerlo desaparecer como
dice la revista. Pero nuestro trasero, después de tanto tiempo, nos tiene mucho
cariño y le cuesta despegarse, así que, una vez probadas todas las soluciones
que propone la publicación, sólo nos quedan dos opciones: volverle la cara o
aceptarlo tal cual es, como hacemos con los maridos.
Yo, personalmente, he optado por la
segunda opción. He empezado a buscar las ventajas que puede tener parecerse a
una Venus de Willendorf y padecer esteatopigia.
En primer lugar, siempre tenemos un
asiento mullido, aunque nos sentemos sobre una piedra. También podemos ser la
almohada de nuestros hijos a la hora de la siesta. Podemos acompañar nuestra
canción favorita con percusión corporal (tocando el pandero) y alojar en
nuestra hucha un millón de euros si los tuviéramos.
Por otra parte y continuando con la
lectura de la sala de espera, en la misma revista, unas páginas más adelante,
dice que existen estudios que aseguran una relación directa entre el tamaño de
las posaderas, la salud y la inteligencia. De manera que se supone que tener
unas buenas cachas ayuda a disfrutar de buena salud, previene el desarrollo de
la diabetes y mantiene bajos los niveles de colesterol. Por lo visto, el omega
3 se acumula en las nalgas. Este ácido graso interviene en el desarrollo y el
buen funcionamiento del cerebro y por eso somos más listas. El talento se
manifiesta en forma de celulitis. El estudio también asegura que los hijos
nacidos de madres con caderas más anchas son intelectualmente superiores a los
hijos de madres de caderas estrechas y que esta teoría justifica la preferencia
masculina por los culos voluminosos, que obedece a un instinto primario para
asegurarse la evolución de la especie y no tanto a un deseo libidinoso.
Una vez leído el estudio, hice las paces
con mis posaderas. Comprendí que cuando los albañiles me gritan desde la obra:
“qué pedazo culo, morena”, en realidad se están fijando en mi capacidad
intelectual, en la superioridad de mi estirpe y en mi capacidad para engendrar
algún machote espartano y a la vez inteligente.
Por otra parte, pienso en las tendencias
que surgen, sobre todo ahora en la época estival, y me pregunto cómo puede ser
que una característica tan típicamente femenina, tan común y tan cotidiana como
puede ser la acumulación de grasa en la retaguardia, no se haya puesto de moda
todavía. Analicemos los fenómenos.
En la página 23 de la edición que os estoy
comentando se hace referencia a un movimiento feminista que se llama sobaquember. Se trata de romper con los
prejuicios sociales que consideran antiestético una mujer con las axilas sin
depilar. Lo máximo no es dejarse el pelo de la sobaquera largo, sino que además
hay que teñírselo con colores llamativos. La cosa es que Instagram ya está
repleto de muchachas con las concavidades color naranja, rosa o violeta. Algunas
se ponen los pelos de varios colores, como las mechas que le hacíamos con la
cera Manley a las melenas de nuestros “pequeño pony” y a las Barbies viejas.
Otras se lo ponen a conjunto con el color del cabello, incluso con el color del
vello púbico. De forma que se colocan un pelucón verde pistacho, un manojito de
algas con forma de hoja de parra y un scotch-brite bajo el brazo. Todo de lo
más natural, por supuesto, actual y moderno. No como nuestro horrible culo.
Otra tendencia veraniega que lleva ya un
tiempo circulando y que también aparece en “Cultura general”, concretamente en
la página 32, consiste en el tampodka,
que es empapar un tampax en vodka e introducirlo en el orificio vaginal para
así provocar una borrachera inmediata. Yo no sé si de camino se te desatrancará
la tubería, en caso de tenerla atascada, se te desinfectará el circulillo y se
quedará una vacunada contra la sífilis; se exterminarán las ladillas, la
candidiasis y otras venéreas de por vida, se te ensancharán las trompas de
Falopio y hasta las de Eustaquio si me apuras. Eso ya no lo explicaba el
reportaje.
También tenemos, en la página 40, el eyeballing, que es tomar chupitos de alcohol
por los ojos. Así que una chavala moderna de hoy en día, si quiere estar
totalmente “in”, lo que tiene que hacer es, en pleno mes de julio, dejarse
crecer los vellos del sobaco, teñírselos de un color como rosa fucsia o azul
eléctrico, irse de marcha con las amigas y, al llegar al bar, hacerse una
infusión en el cubata con el propio tampón, verterse lo que le sobre por los
ojos y, ya para terminar, enrollarse con un colega que acabe de conocer al que
le vaya el tema del oculolinctus, que
no es más que buscar el placer erótico lamiendo el globo ocular. Fuentes
fidedignas aseguran que el oculolinctus proporciona
una sensación tan agradable como un beso de tornillo, pero es mucho más
innovador, dónde va a parar.
Lo que no cuentan los usuarios de esta
costumbre es cómo puede ser que se conocieran en una fiesta universitaria y que
acabaran vendiendo cupones en la esquina del bar en el que experimentaron ese
amor a primera vista: “Mira qué cosa más tierna, dos cieguecitos que se han
conocido en la ONCE y ahora son pareja”, pensamos todos. Qué malas pasadas nos
juega a veces la lógica.
En cuanto a la moda de las pasarelas,
véase la página 45, vivimos en una época de contrastes en la que puede pasar de
todo. Por ejemplo, que lo que antes
se consideraban “defectos”, ahora estén de moda. Primero fue la diastema (los dientes separados, con embajadoras que van desde
Brigitte Bardot a Lara Stone pasando por Georgia May Jagger), después las cejas gruesas (la pionera fue Brooke Shields, y la reina de las cejas bold es
hoy Cara Delevingne) Actualmente, le toca el turno a las orejas grandes y/o despegadas. Si hace
unos años era uno de los motivos
más comunes de complejos en la infancia y su corrección la cirugía estética más
frecuente en menores de edad, el look Dumbo arrasa hoy sobre la pasarela y en las
campañas de publicidad de las firmas de moda.
Lo último, sin embargo,
en la página 47, es lo de Gwyneth Paltrow, que ha revelado que vaporiza su
vagina para proporcionar una “liberación energética”. Por lo visto, te
sientas en lo que es esencialmente un mini-trono, recuerdas los tiempos en los
que dabas clases de gimnasia rítmica en el colegio, te relajas suavemente y una
vaporeta polti, en una combinación de
infrarrojo con vapor y artemisa, limpia tu útero y equilibra tu vagina. “Si
estás en la onda, tienes que hacerlo”, afirma la Paltrow. Habrá que pensárselo.
¿Dije “lo último”? Pues no, porque al
pasar la página, la misma actriz continúa con un testimonio que le cambió la
vida y que nos recomienda a todas para salir de nuestra monotonía, romper
barreras y estar a la última en cuanto a tratamientos corporales se refiere: la
hidroterapia de colon (prima hermana de la técnica descrita anteriormente)
Describe dos tipos: la primera y más
natural consiste en ingerir laxantes de hierbas, polvos y cápsulas
antiparasitarias, a la vez que te introduces un enema de hinojo y tomillo.
Cuando las infusiones laxantes y el enema se crucen en el camino, se producirá
el sortilegio mágico a través del cual liberarás tus toxinas, recobrarás tus energías
positivas, cerrarás tu kundalini para siempre y se te pondrá el colon como una
patena.
La segunda forma la
practican en una clínica privada de Ibiza y la recomiendan igualmente Pocholo y
la duquesita de Alba. Otra cosa que habrá que probar. Consiste en ingresar en
la clínica y ser atendida por un especialista en terapia de colon. El
especialista te seda un poquito, te tumba en pelotas en una camilla y te
introduce por el orificio una máquina que bombeará agua hacia el interior de tu
colon. Esa manguera luego sacará el agua que está en tu tracto intestinal de
manera que te lavará hasta el último escondite de tu intestino grueso, delgado,
medio y todo lo que haya entre tripa y tripa alojado. Este remedio te garantiza
una pérdida de peso inmediata, pero lo más importante es que reestablecerá la
conexión entre tu laringe y tu desembocadura. Vamos, que deberás tener cuidado
si, una vez terminado el tratamiento, te da por jugar a eso de encestar un
cacahuete en tu boca, no vaya a ser que te lo tragues y te aparezca por el
desagüe de manera instantánea. Habrá que tenerlo en cuenta igualmente.
En fin, que andaba yo intentando asimilar
los trucos para bajar el nivel de colesterol, para aumentar el tamaño de las
pestañas, reducir la piel de naranja, eligiendo el color para las mechas de mi
monte de Venus, pensando en un licor que no me dañase mucho el cristalino,
buscando la forma de irrigarme el colon y vaporizarme la vagina en un dos por
uno, lo típico, esperando encontrarme ya con la sección del horóscopo, cuando
apareció de pronto ante mis ojos, rondando ya la página 50, un espacio que se
titulaba Diseño de interiores. Sin
embargo, no aparecían cortinas, distribución de muebles ni dormitorios
infantiles por ninguna parte. Un poco extrañada por la fotografía de una mujer
enseñando sus partes íntimas, me detuve algo más en la lectura: “El paso del
tiempo modifica el aspecto de tu zona íntima. ¡Que no te mine la autoestima! La
medicina estética genital llega en nuestra ayuda para rejuvenecer allí donde lo
necesitas”.
Además de poder mejorar tu aspecto con una
liposucción, un lifting o unas prótesis en las mamas, tú puedes ser mucho más
bella y sentirte muchísimo mejor y más joven si te haces de camino una
clitoplastia, una liposucción en el pubis, un blanqueamiento genital o un
rejuvenecimiento vaginal.
Es totalmente comprensible, tras una dura
jornada de trabajo, lidiar con el Mercadona, los tres niños y la familia
política, que una llegue a su casa, se quite la faja, los tacones y el maquillaje,
se siente donde pille y se ponga a mirarse los bajos, se deprima o se sienta
acomplejada porque sus labios mayores son más grandes que los de su hermana o
tenga el clítoris más desarrollado que el de su compañera de curro.
También puede ocurrir en otras ocasiones, que
en vez de tumbarte en el sofá a ver una peli en estado zombi, te pongas a darle
vueltas a la cabeza porque has acumulado grasa en el pubis, se te ha oscurecido
el ano o tu capuchón clitoriano ya no es el que era. A mí me pasa
constantemente, es totalmente normal.
Menos mal, que gracias a artículos como este, una se entera de que se le
puede realizar una reconstrucción en el monte, un engrosamiento del punto g y se
le puede aplicar un peeling químico en los labios menores. También pueden
ponerte inyecciones de un ácido para eliminar la sudoración de tu vagina y
hacerte, por decirlo de cualquier forma, un resurfacing genital, eliminando tu
epitelio para renovar su aspecto con láser y terminar con un blanqueamiento de
la zona con unos líquidos novísimos que ya los quisieran los del Vitaldent para
ellos. En definitiva, lo que viene a ser lo mismo que ponerte todo lo de delante
como una hojaldrina y todo lo de atrás como un rosco de vino, pero en plan
fino.
Tras leer toda la información, me he
quedado mucho más tranquila, porque con la pereza que da mover los muebles,
ponerse a redecorar las habitaciones o cambiarle la funda al sofá, meterse en
un quirófano, que te propinen un chute de anestesia general y te reestructuren
el conejo, la verdad es que suena hasta menos estresante de lo que yo me
esperaba.
Una vez procesados todos los datos y
digerido lo que significa que yo me tenga que sentir acomplejada, desanimada y
con la autoestima baja por tener el mejillón oscurecido, el diámetro del ojete
unos milímetros más ancho que la media europea, el totete gordito y los labios
mayores asimétricos respecto a los menores, me puse a pensar si este tipo de
cirugía existiría también en el género masculino.
No sé. Lo mismo ellos, en un arrebato de
envidia mítica a la raza que se lleva la palma sexualmente, corrían a
ennegrecerse el pene químicamente. Quizás es más frecuente de lo que yo pienso
que los varones comparen su circunferencia trasera en los vestuarios del
gimnasio para ver quién la tiene más grande, como se rumorea que hacen con
otras partes de su cuerpo. Quizás, de vez en cuando, se sienten hundidos porque
su escroto está acumulando grasa o se vienen abajo si a su glande le sale
alguna estría o la fuerza de la gravedad atrae con todas sus fuerzas a uno de
los inseparables y al otro no. Podría ser que ellos recurriesen a las
inyecciones de ácido hialurónico para rejuvenecer el aspecto y otorgarle más
frescura y movimiento a su pene, o que se insertasen colágeno en las partes
colgantes para tensar el tejido y así poder conciliar el sueño y recuperar su
vida normal, la de antes, cuando todo estaba en su sitio y el mundo genital era
perfecto.
De modo que he soltado la revista y he
cogido el móvil. Me he puesto a investigar sobre el tipo de tratamientos que
los cirujanos ofrecían a los varones para la redecoración y el adecentamiento
de sus espacios interiores. Y he aquí lo encontrado:
Primera opción: alargar el pene
Segunda opción: engrosar el pene
Tercera opción: alargar y engrosar el pene
En resumen, una mujer
en boga puede anidar en las axilas dos estropajos de scotch-brite si le da la
gana, paliar los efectos de la menstruación con vodka intrauterino, irse de
chupitos oculares hasta que se le desprenda la córnea, liarse con un emo al que
le ponga chuparle las pupilas, tener las paletas una aquí y otra en Pekín, las
cejas como Bibi Andersen en sus buenos tiempos y las orejas como Pepe Soplillo,
vaporizarse la vagina, irrigarse el colon, blanquearse el ano y recogerse los
labios mayores en forma de tirabuzón si le apetece, pero no puede tener
celulitis, porque eso está totalmente “out”.
Tampoco puede dejar de medirse ni el triángulo ni el círculo, no vaya a
ser que estén desparejados, asimétricos, ennegrecidos o vete tú a saber qué. Ya
sabéis todas que lo importante está en el interior. Así que a practicar la
introspección se ha dicho.
Yo tenía pensado escribir aquí una
conclusión, alguna frase especial que comparase las mil y una opciones que
tenemos nosotras con las tres operaciones básicas de ellos. Pero, la verdad, no
me siento con fuerzas para romper el mito de lo complicadas que somos las
mujeres. Si a alguien se le ocurre algo, que lo escriba aquí sin compromiso
ninguno. Mientras tanto, un abrazo a todas, independientemente de la medida,
grosor, caída y orientación de vuestro clítoris.
P.D.
Y si alguna tiene mano en “Cultura
general”, cuando pueda, que dedique alguna letra a las pechugas, a las lorzas, a
los michelines (love handles en inglés), al funcionamiento del cuerpo humano, a
las cachas, al parto, a la amistad y al amor.
También se admiten temas como las maestras de la República, las mujeres
de la generación del 27, las tertulias de Doña Frasquita, las que tuvieron que
hacerse pasar por hombres para poder estudiar, como Concepción Arenal, las del voto, las políticas, las pintoras, las
que se cansaron del sí de las niñas, las que se empezaron a poner pantalones y
se sacaron el carné de conducir, también valen las directoras de orquesta y sus
dolencias, las conductoras de autobús, las científicas, las madres de familia,
las buenas estudiantes, las que han tenido que irse a Alemania y, como no, las que
preferimos el pescaíto frito y el tinto de verano antes que la crema
anticelulítica, que, como suele decirse, también somos hijas de Dios.
Os dejo, que me toca entrar ya en la
consulta.
Almudena
Ocaña Arias
Écija,
8 de marzo de 2017
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